Estos pobladores, al igual que los aborígenes canarios, se dedicarán al pastoreo, desarrollando al mismo tiempo tareas agrícolas de subsistencia, basadas fundamentalmente en el cultivo del cereal. Con el transcurso de los siglos aumentarán los nuevos núcleos de asentamiento.
La Iglesia en la zona de Artenara se remonta documentalmente al primer tercio del siglo XVII, fecha en la que se llevan a cabo, por parte del Beneficio de Santiago de Gáldar y el Convento franciscano de dicha Villa, acciones evangelizadoras. Dada la necesidad de acudir a los cultos religiosos, se dota la comarca con los lugares apropiados.
De esta forma, se construyen las ermitas de la Candelaria, en Acusa, y la del Rosario, llamada con posterioridad de San Matías, en Artenara, dependiendo éstas de la Iglesia Parroquial de Gáldar. En 1742, la Iglesia de San Matías se convierte en Ayuda de Parroquia, constituyéndose en Parroquia casi un siglo más tarde, concretamente en 1839. Durante este tiempo pasa por penurias económicas y por diversos conflictos. A finales del siglo XIX este Templo será sustituido, realizándose las torres y el decorado del interior a mediados del siglo XX.
Por tanto, la población se irá asentando en torno a las ermitas, configurándose los lugares de Acusa y Artenara. Ya en el siglo XVII, en 1666, se nombra el primer alcalde real, D. Antonio González del Río, único para ambos lugares. Su función será velar por los intereses de la colectividad, realizando funciones relacionadas con el cuidado de los bienes públicos, abastos y festividades. En este sentido, incluso desde 1687 Acusa ya posee una cárcel, con el significado social y político que esto refleja, la existencia de una organización cívico-administrativa que garantiza cierta independencia respecto del Cabildo que rige los designios de la Isla. Artenara se configura como municipio independiente y por tanto como tal pueblo aparte tras las reformas de Carlos III, gracias a las cuales al alcalde real se le sumarán un síndico personero y diputados del común
Lugares de Interes.
Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos más importantes del lugar, constituido por cuevas habitacionales y funerarias que ocasionalmente presentan una organización interna con levantamiento de muretes y empleo en las paredes de revestimientos de arcilla con cenizas. En las llamadas “cuevas de habitación" destacan las modificaciones interiores como alacenas, repisas y estancias laterales, lo cual aleja estos tipos de hábitat de los modelos encontrados en otras islas. Algunas de estas cuevas son naturales, mientras que otras han sido excavadas de forma artificial en la roca, tipología ésta característica de Gran Canaria.
En el siglo IX asistimos a un proceso curioso y único en la historia insular que tiene a Artenara como protagonista: en 1848, los vecinos de Artenara solicitan su agregación a la parroquia matriz de Gáldar debido a la escasez de población. Aunque también se barajaron los nombres de Santa Brígida y Agaete para la agregación, parece ser que al final dicha petición no se llevó a cabo, y el lugar continuó siendo municipio hasta nuestros días.
La ocupación de la comarca será un proceso lento, debido a que la mayor parte de la mano de obra de la isla está centrada en la producción azucarera, y la comarca se hallaba a una altitud muy poco adecuada para el cultivo de la caña. A finales del siglo XVI, esta situación varía, produciéndose un fuerte crecimiento demográfico.