lunes, febrero 20, 2012

TELDE: CIUDAD MILENARIA

La verdadera historia es aquella que cuenta el paso de un pueblo por todos los tiempos;
aquella a la que nadie caprichosamente debe marcarle ni principio ni final,
aquella que no entiende de discriminaciones entre anónimos y poderosos,
aquella que asume no ser rehén ni de vencedores ni vencidos.
La verdadera historia es aquella que hará orgullosos herederos a todos sus hijos.
Anónimo

SU ORIGEN E INICIOS

La ciudad grancanaria de Telde se erige hoy, orgullosa de su trayectoria histórica y de sus raíces milenarias, sobre aquella otra aborigen de nombre Tildet que, aunque con disposición más dispersa, llegó a forjarse como Guanartemato de los primeros canarios varios siglos antes de su entrada en la historia de Occidente.

Balcón

Cuentan las crónicas y con su mayor rigor científico complementan en la actualidad otras disciplinas del saber, que aquel Tildet primigenio pudo estar habitado por no menos de diez mil personas, la mayor parte de ellas como en otros rincones de esta isla, descendientes de un pueblo de origen norteafricano de nombre canarii. A ambos márgenes del hoy llamado Barranco Real, aprovechando la amplísima y fértil llanura existente, pero también las faldas de las lomas que la cobijan, surgieron aquellos asentamientos aborígenes de Tara y Cendro y a posteriori, tras la conquista y colonización castellana, los hoy conocidos como San Juan y San Francisco.

La primera referencia histórica que Occidente tiene de aquel Tildet, viene dada por el establecimiento de algunos frailes mallorquines a mediados del siglo XIV con objetivo evangelizador y que el Papa Clemente VI convierte en hecho suficiente para declarar el lugar, mediante la bula Coelestis Rex Regum, como Sede del primer obispado de Canarias en el año 1351. Se ha tomado esa fecha como la de fundación de la ciudad, pese a que tendrían que pasar todavía más de cien años, para que la aborigen Tildet fuera conquistada y colonizada por los castellanos.

Dicen las crónicas, que varios intentos de ocupación armada que tuvieron como escenario la Bahía de Gando, se saldaron con sendos fracasos por la fuerte resistencia canaria. Primero fue la soldadesca que venía al mando de Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle y luego la comandada por Diego de Herrera. Cuando la superioridad castellana se hizo finalmente patente muchos de los canarios, entre ellos el Faycán de Tildet y Bentejuí, se replegaron hacia las cumbres, unos para morir finalmente luchando y otros para vivir en las montañas a pesar de terminada la conquista.

En 1482, en un lugar muy próximo a donde hoy se sitúa la Basílica de San Juan, los castellanos construyeron una torre defensiva que se convertiría en la primera edificación de la, desde entonces, refundada ciudad de Telde. Una refundación que tuvo lugar formalmente un año después, en 1483, por auspicio del capitán conquistador Cristóbal García del Castillo, miembro de la Real Hermandad de Caballeros de Andalucía y nacido en la ciudad española de Moguer. Entre otros, a él correspondió uno de los grandes latifundios creados en la ciudad tras el repartimiento de tierras y aguas que se dio una vez anexionada la isla a la Corona de Castilla. Latifundios que, aprovechando la fertilidad de las tierras de los valles de medianías y de la Vega Mayor, primero tendrían como cultivo la caña de azúcar, después la viña, la papa, el millo y la cochinilla, para finalmente ser dedicados en épocas más recientes al plátano, el tomate y los productos de invernadero.

Esa preeminencia y desarrollo del sector primario no dejaría de marcar el desarrollo de la ciudad hasta fechas relativamente recientes, ya que incluso el asentamiento progresivo de su población vendría marcado por varios siglos de agricultura destinada al consumo interior, pero sobre todo a la exportación. Así, mientras en el primigenio barrio de San Juan se asentaron los nobles y adinerados colonos, en San Francisco lo hicieron preferentemente aquellas estratos sociales más populares, aquellos que después se convertirían en clases medias. Por su parte, en los Llanos de Jaraquemada y Berebería, residirían inicialmente los estratos más desfavorecidos, aquellos esclavos moriscos y descendientes de canarios más pobres, empleados en el trabajo de los ingenios azucareros primero y después en otras actividades agrarias y ganaderas. Tres siglos y medio después sin embargo, Los Llanos estaría convertida en un pujante enclave comercial de la ciudad, hasta el punto de fusionarse, por su expansión, con los otros barrios históricos.

SUS TIEMPOS MODERNOS

La ciudad del ayer, se fue convirtiendo con el paso de los siglos, en cuna y escenario de una actividad económica nada desdeñable, una inquietud social y cultural notable y un incremento poblacional que la situó pronto en municipio destacado en el contexto de Gran Canaria. Así las cosas, llega al siglo XX siendo con diferencia el segundo núcleo de población, tras la capital de la isla, con más entidad pese a las múltiples carencias que, sobre todo sus pagos tenían.

Otra vez la agricultura de exportación, pero esta vez con el añadido de los primeros compases del más reciente monocultivo canario, el turismo y la construcción, empujarían a miles de personas a mediados de los años 60 del siglo pasado, a buscar su sustento abandonando otras zonas de la isla. Esta vez recalarían en Telde. En relativamente poco tiempo, el municipio vio incrementar enormemente su censo de población, pero también explosionar un desarrollo urbano caótico, disperso y descontrolado, hasta el punto de que en tan sólo 102 km cuadrados de superficie se crearon 60 barrios.


En definitiva, Telde se ha convertido en el cuarto municipio más importante de Canarias por múltiples factores; en un referente por el notable desarrollo de sus equipamientos y proyección de la práctica deportiva; en una visita obligada para aquellos que quieran recrear en su patrimonio arquitectónico, arqueológico o histórico la Canarias del ayer; en una cita donde disfrutar de actividades culturales; de zonas de playa y de cumbre o simplemente de grandes parques donde disfrutar en compañía de toda la familia.

SUS HIJOS MÁS ILUSTRES

Desde los aborígenes Doramas, Bentejuí y el Faycán de Tildet hasta quienes han recibido de forma más reciente esta consideración con rango más institucional, los teldenses que han dejado su impronta en la memoria de la ciudad han sido muchos. Por citar a algunos, son de destacar el político Fernando León y Castillo y su hermano, el Ingeniero Juan León y Castillo; los literatos Saulo Torón, Montiano Placeres y Fernando Gonzalez; el historiador Gregorio Chil y Naranjo; escritores, como Marín y Cubas; artistas, como Jose Arencibia y Plácido Fleitas; religiosos, como Pedro Hernández Benítez y figuras de la música como el internacional José Velez.


Extraido de la pagina del M.I. Ayuntamiento de Telde

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